lunes, 2 de mayo de 2011

Drafka guardó silencio, sabía que de insistir su padre se enfadaría y optaría por negarle rotundamente usar aquel poderoso lente de aumento de su abuelo, con el que los Drafkenses habían descubierto innumerables planetas con vida para integrar, con otras galaxias semejantes, el poderoso Imperio Universal.

Ese día, Drafka cepillaba su espesa y larga cabellera, parecida a hilos de plata enmarañados, en uno de los grandes jardines de su residencia; sus expresivos ojos gris claro miraban cómo las flores abrían sus capullos con el simple roce de luz que su sol irradiaba. De pronto, escuchó el sonido de la campana de la estrella de oro que indicaba que todos los miembros del concilio celestial debían asistir de inmediato con el Rey.

Drafka se levantó precipitada, sabía que aquel sonido indicaba que algo trascendental estaba a punto de suceder en cualquier planeta aledaño o de otra galaxia, tomó su manto y salió presurosa para asistir al salón rojo, donde ya se encontraban reunidos todos los príncipes del concilio. Drafka buscó en la parte superior de ese Salón un sitio donde, sin ser vista, pudiera escuchar lo que su padre informaría a los asambleístas. Desde ese sitio miraba sorprendida el rostro de todas aquellas personalidades y se preguntó por qué ninguno de ellos había tratado de hacer algo para ayudar a la Tierra. Sus lucubraciones fueron interrumpidas, cuando comenzó a escuchar la voz de su Padre.

- Como saben —empezó diciendo—, el Planeta Azul sigue con problemas debido a la ignorancia de sus habitantes y la desmedida ambición de sus sabios que han construido una bomba de tiempo que en cualquier momento o por un descuido detonarán. Esa gente, no conforme con matarse
entre ellos, de robar y de adquirir substancias nocivas para su salud, ahora se ha propuesto, sin darse cuenta, destruir la naturaleza, aniquilar sus bosques, contaminar sus aguas, eliminar el oxígeno vital para su existencia. Falta poco para que empiecen a morir víctimas de sus propias estupideces. Actualmente, nacen muchos niños con alergias y deformaciones que sus mismas medicinas provocan.

- ¡Por supuesto! — interrumpió Kalid, secretario de la Asamblea— Eso es inaudito, porque quienes pagarán esas iniquidades son sus propios hijos. Pero ¿qué podemos hacer si los zares, presidentes o primeros ministros de los países del Planeta Azul, ignoran nuestra existencia; piensan equivocadamente que sólo su planeta tiene seres vivientes dentro del Universo.

- Tienes razón, Kalid —asintió el Rey—, no aceptan que vivan otros mundos parecido al suyo y han evadido cualquier contacto con extraterrestres, a pesar de que tienen suficientes evidencias para pensar lo contrario. Creo que debemos recapacitar en salvar la vida a esos millones de habitantes y crearles un nuevo mundo para sus futuras generaciones.

Drafka, pensativa, preocupada y estimulada por lo que había escuchado, salió de aquel recinto y se dirigió a la residencia de su abuelo a recostarse en el sillón de los controles astronómicos a meditar y a jugar con el ultra telescopio y con los diferentes botones de mando, pero al apretar uno de ellos salieron pequeños y poderosos catalejos que fueron colocándose a la altura de sus ojos para dar paso a la inmensidad del cielo con sus innumerables estrellas y planetas; luego, comenzó a buscar en medio de las diferentes galaxias y vio en la vía láctea el famoso Planeta Azul motivo principal de la conferencia que había escuchado en el Salón Rojo; al enfocarlo, grande fue su sorpresa encontrarlo flotando majestuosamente sobre su órbita y partido a la mitad por su ciclo día—noche producido por su sol. Impresionada por esa belleza azul, manipuló sus lentes y descubrió zonas tapizadas de nieve y de hermosos relieves, maravillándose al observar una enorme y larguísima muralla sobre la cual caminaban habitantes de ese planeta.

Drafka movió otros botones con su mano y frente a sus lentes apareció una pantalla donde ella logró descifrar un nombre, China, y diversas fotos de sus principales emperadores; luego, al maniobrar un pequeño control, localizó la Imagen de un hermoso templo construido de mármol blanco ubicado en la ciudad de Agra, en la India, llamado Taj Mahal. La pequeña, emocionada con lo que estaba conociendo y aprendiendo del Planeta Azul, se extasió al leer la información de aquél país y de otros más que visualizó; sin embargo, al seguir moviendo los controles, sin querer, profundizó los lentes para hallarse con un laberinto de calles, vehículos, edificios, gente y diferente tipos de animales que le extrañaron, pues nunca los había visto, aunque sabía de su existencia.

Ahí, al descifrar el nombre de las calles y el país de ese conglomerado, localizó un jardín y el rostro de una niña de doce años, de cabello castaño oscuro, delgada, con ojos almendrados de los que brotaban lágrimas, acompañada de otra persona de mayor edad y de larga cabellera, por lo que con enorme curiosidad aumentó el volumen del botón del sonido para escuchar lo que estaban diciendo:
―‖-Lorena —gritó Fabiola, su madre—, te he dicho que no puedes salir al jardín. Todavía estás demasiado débil.

- Mamá, los médicos desconocen lo aburrido que es la vida para un enfermo... siempre le recomiendan reposo y lo encierran en un cuarto.

- Hija, eso lo hacen para acelerar tu recuperación —le responde mientras la abraza cariñosamente—. Acompáñame a tu recámara.

- ¡Por favor, déjame otro rato en el jardín! He pasado meses adentro... he dejado de ir a la escuela y ya mis amigas no vienen a visitarme. ¿Sabes lo que es la soledad…?

- Lorena, no seas terca, debes entender que tu salud aún es delicada.

- ¿Mi salud…? —protestó sollozando— ¿Te has puesto a pensar que mi mente se está volviendo loca en este encierro?

Fabiola miró asombrada a su hija.

-¿Tu mente...? ¡Yo te he visto normal...!

- ¿Me has visto…? ¿En qué momento, mamá…? Si tú siempre estás en el quirófano del hospital interviniendo a tus pacientes; mientras yo, que también lo soy, y además tu hija, estoy abandonada en un cuarto sin más compañía que las arañas y los escarabajos, porque a mis hermanas les tienes prohibido jugar conmigo por temor a que las contagie, a sabiendas que los médicos te han dicho que mi enfermedad no es de ese tipo, y mi padre siempre está de viaje...

- Pero… tú sabes que debemos trabajar para... —trató de interrumpir la madre.

- ...siempre estás repitiéndome que debo agradecer que mi padre y tú trabajen para tener las comodidades y estos lujos que poseemos... pero, dime ¿qué más nos han dado? ¡Dímelo, mamá...!

El rostro de Drafka mostró señales de enfado, ella estaba inmóvil y atenta a todo lo que pasaba y pensó que las lágrimas que caían de los ojos de Lorena servían para demostrar un sufrimiento, algo que ella no conocía, y siguió atenta al acontecer de ese lejano planeta.

―— ¡Lorena! — gritó Fabiola molesta— Te prohíbo que me hables de esa manera. ¡Eres una malagradecida! Todo nuestro trabajo es para darles tanto a ti como a tus hermanas la mejor educación posible. ¿Te gustaría vivir como lo hace tu amiga Abigail? ¿O te gustaría que te priváramos de los juguetes, tal y como lo hacen los padres de Daniela?

- Me gustaría que vieras con mis ojos — prosiguió Lorena— lo que realmente necesito y me dedicaras más tiempo y de vez en cuando jugaras conmigo... Tengo ganas de reír con ustedes, de abrazarlos. No me importaría vivir como Abigail, pues ella tiene a su madre con la cual juega, ríe y comparte su pan; en cambio yo… ¡yo tengo que pasar los días sola! —sin poder reprimir un sollozo—, mis hermanas con tus prohibiciones impides que pasemos tiempo juntas. Puedo ver todas las películas que yo quiera, puedo mandar al chofer Antonio, a comprar los juguetes que se me antojen y los pasteles que yo quiera; pero ceno sola, encerrada en mi cuarto hablando con la almohada, como desequilibrada mental.‖‖

Al escuchar que su madre caminaba por el pasillo, Drafka apagó de inmediato el monitor y siguió recostada.

- ¿Qué sucede? —preguntó la Reina.

- Madre —contestó la niña—. Debo decirte que acabo de ver por el ultra telescopio de mi abuelo lo que sucede en el Planeta Azul y me tiene aterrada.

- ¿Qué viste?

- A una niña llorar de tristeza.

La madre se acercó a su hija y la abrazó...
- Mi querida Drafka, lamento que la vieras sin que yo estuviera presente. Cuando en ese mundo alguien llora, algo grave le ha sucedido. ¿Por qué no me llamaste? Vine pronto, porque me transmitiste tu angustia.

- Perdóname, madre; he sido desobediente, pero sentía gran curiosidad por conocer el Planeta Azul... sinceramente me gustó muchísimo, viven seres evolucionados; pero han desviado su desarrollo en cuestiones materiales.

- ¡Me sorprendes, hija! Pensé, por lo que viste, que no te había gustado.

- Lo que me enterneció fue ver a esa niña con los ojos preñados de lágrimas... Ellos llaman a su planeta: La Tierra… Conocí la Muralla China... hay diferentes culturas, razas y algo que ellos llaman… ¡religión! ¡Lo más absurdo es que por esas creencias mueren, matan y pelean entre ellos! No entienden la existencia de ese Ser Supremo que ha creado todas las maravillas que ellos tienen y que lamentablemente se han empeñado en destruir.

La Reina besó amorosamente a su hija.
- Mejor cuéntame de esa niña que te ha impresionado tanto.

- ¡Madre! No leas mi mente, déjame que te platique poco a poco... ella se llama Lorena, está enferma... pero vive triste por el abandono de sus padres. Dice que quiere pasar más tiempo con ellos. Al parecer, tal vez por su padecimiento, su madre no deja que sus hermanas se acerquen a ella.

- ¿Por qué no vemos qué están haciendo ahora? —preguntó la madre intrigada y con cierta curiosidad impregnada de complicidad.

- ¡Por supuesto que sí! —contestó la niña emocionada.

La Reina se recostó junto a su hija y apretando los botones enfocaron la Tierra y la casa de la familia Fourlong; era de noche, Lorena se encontraba en su habitación con la luz apagada mirando la luna.

―‖— ¡Lore! — se escuchó el grito de Sasha, su hermana menor— ¿Estás despierta?

- Sí —contestó melancólica.

- ¿Quieres que te cuente de mi clase de ballet?

- No, Sasha, no tengo humor de escuchar tonterías.

Sasha se acercó y se sentó junto a su hermana y le notó los ojos inundados de lágrimas.
- ¡No llores, Lore! Ya falta poco para que los doctores te dejen salir.

- Es triste estar en una cama... casi inmóvil... ¿Dónde está Renée?

- Encerrada en su recámara, la castigó mamá porque salió mal en conducta...‖‖
Drafka miró a su madre:
- Vamos a buscarla, mamá.

- Vamos —respondió la Reina al tiempo que manipulaba los controles.

- Deben ser tres hijas... Lorena, Sasha y Renée.

- Mira, Drafka, aquí está la otra pequeña…

- ¡Se ve un poco más grande que Sasha... y menor que Lorena... entonces debe ser la segunda hija.

- Vamos a ver qué está haciendo... parece que escribe...

Renée se encontraba acostada bocabajo en su cama. Había infinidad de lápices de colores y ella dibujaba en una libreta.

- Me parece que está dibujando —dijo Drafka—. ¿No te parece extraño que no sonrían?

- Ya están en edad de hacerlo —respondió la Reina.
- ¿Dónde están sus padres?

- Vamos a buscarlos.

La Reina comenzó a maniobrar el aparato y situaron a la mamá de las niñas viendo televisión y al papá en la planta baja leyendo un periódico.

- Mamá, no entiendo por qué a los adultos no les gusta compartir el tiempo con sus hijos. Estoy de acuerdo en que tengan sus obligaciones… pero deben dedicarles tiempo. A ese Planeta Azul, le urge ayuda, mamá.

- ¿Qué harías tú?

- No dejar sola a Lorena y dejaría sus hermanas a convivir con ella y hablar a sus amigas para que la visiten... ¿Dónde estarán ellas, mamá?

- No sé —respondió la madre mientras apagaba el aparato y miraba a su hija-. Por lo pronto, ¿qué te parece si vamos al mar de los secretos a pasar un buen rato en compañía de tu papá?

- ¡Magnífico, mamá!